viernes, 28 de febrero de 2014

Si no empezamos nosotros... de qué cambio hablamos?

Hola amigos, en este post dejo un poco de lado el pasado, la Historia, para hablarles de este presente tangible, de una realidad fría y palpable.
Esta mañana en el Memorial estuvo, cerca de cuarenta minutos, una señora que, según me contó, vive a un par de cuadras del lugar. Entró, la recibí amablemente, la presenté con el soldado de infantería para que le brinde la charla referencial a la Bandera del Ejército de Los Andes. A los cinco minutos salió, se dirigió hasta la otra sala y ahí estaba yo; dispuesta a explicarle sobre las otras dos banderas. Entablamos una conversación. Al principio pareció interesante, después se tornó un conjunto de palabras arrogantes.
La mujer me dijo esto, así, tal cual: "Vos sabés que ayer, estuve leyendo el diario, y en una parte leí que Mendoza era la ciudad más maravillosa del mundo. ¿Podés creér vos? ¡Mendoza! Yo me conozco toda la Argentina, te digo, y para mí cualquier lugar es más lindo que éste. Mendoza es una mugre. Está todo feo, nadie hace nada, nadie quiere trabajar. A mí me da vergüenza decir que soy de acá. Salís y los negros estos te chorean todo, son todos unos corruptos los mendocinos." Cada palabra que agregaba esta señora era una lágrima más que me daban ganas de derramar. Si bien la información que me dio estaba totalmente errada, lo que menos me importó fue eso. En mi cara se notaba la lástima que sentí en ese momento. Lástima por la terrible ignorancia que cargaba esa persona en su cuerpo.
Cuando terminó de hablar, la miré, y no fui capaz de decir nada... La Celeste de todos los días hubiese retrucado a viento y marea cada cosa que salió de esa boca. Pero no, se me cerró la garganta y sólo la despedí formalmente.
Desde este mediodía no dejo de pensar. ¿Qué pasará por la mente de aquella persona, para decir tamaña barbaridad? ¿No es eso, acaso, producto de una mala educación? No me refiero a la educación institucional, me refiero a la educación que te da la vida, la que aprendés de tus viejos, tus hermanos, tus amigos o quien sea que te rodee. Esa es la base de todo.
Palabras llenas de insensatez, de discriminación, de desconocimiento, de injusticia! Está en cada uno de nosotros, con algún mínimo aporte que hagamos, el cambiar un poco esa realidad. Vos, pibe, sos el encargado de transmitir estos VALORES. De eso hablo, de los valores que están perdidos. RESPETO, AMOR, DIGNIDAD, HONRADEZ, RESPONSABILIDAD, PATRIOTISMO, GRATITUD Y LEALTAD. 
Si estás leyendo esto, y pensás como esta señora, busco que cambies esa mentalidad insolente, despreciativa, desdeñosa, ofensiva. Empezando por el reconocimiento, sino es sólo un engaño. Si ya conseguiste eso, lo demás viene solo, y vas a ver qué sorprendente es..! Sí, porque en esto no cabe el "cada uno opina como quiere", no hermano, esto tiene que cambiar.
O, si pensás como yo, ayudame a transmitir esto de la mejor forma: con el ejemplo. De nada sirve todo este palabrerío si no se aplica.
Bueno, en fin, no quiero ser una Bucay, sólo busco con esto, que aquel que está del otro lado tome conciencia de la importancia que tiene lo que acabo de contarles, porque es algo que nos toca la espalda constantemente y estamos ahí, dejando que pase, sin mover un dedo. Hagámonos cargo. Como dice el título de esta entrada: Si no empezamos nosotros... de qué cambio hablamos?

lunes, 24 de febrero de 2014

25 de febrero de 1778: Nacimiento del General, natalicio de la gloria sudamericana.

Despierto está entre nosotros, como una estrella protectora en nuestro cielo. En el hogar que nos reúne, su nombre augusto es como el pan y como el fuego. No hay argentino que no sienta dentro del alma la virtud de su recuerdo. Y que no escuche en lo más hondo del corazón la voz profunda de su sueño. Hasta en la muerte es de sus hijos, hasta la muerte silenciosa es de su pueblo. Hasta en la muerte se derrama sobre la vida y el honor de nuestro suelo. Mientras vivió, vivió de darse, como el misterio de la música en el tiempo. Como la fuente, como el río, como la luz, como la llama, como el viento. El alma inmensa de aquel hombre sólo cabía sin dolor en un ejército. Para vivir en el mundo su corazón necesitó miles de cuerpos. Aquel ejército era el eco de su emoción, pues era carne de su carne. Su corazón le daban forma; sus venas vivas de pasión le daban cauce. Su voz vibraba en los clarines y sostenía las banderas en el aire. Hasta en los últimos tambores, lo que sonaba era su pulso formidable. Su voluntad se propagaba como un incendio hasta los puestos más distantes. De regimiento en regimiento, de batallón en batallón, de sable en sable. Su fe rodaba por las filas con el empuje de un torrente infatigable. Y su calor llegaba en olas a los lugares más confusos del combate. En el momento de la gloria no había herida que en su ser no palpitase. Si todo el triunfo era su triunfo, toda la sangre derramada era su sangre. Llegó la fecha señalada, y el gran ejército cruzó la cordillera. La mole altiva no se opuso, porque sintió que aquella fuerza era su fuerza. Aquellos hombres que pasaban estaban hechos de su polvo y de su piedra. Eran hermanos de sus rocas, de sus tremendos precipicios, de sus crestas. Eran volcanes de los suyos: tenían fuego en la raíz y en la cabeza. Eran montañas y montañas, movilizadas con fervor para una empresa. 

Del otro lado había pueblos esclavizados y naciones prisioneras. Había seres que esperaban la libertad, había hermanos en cadenas. Un vasto sueño los unía, y era que un sol les disipara las tinieblas. Aquella luz con que soñaban llegó por fin en el temblor de una bandera. Detrás del sol el alma inmensa de San Martín desembocó de las montañas. Y sobre medio continente se desató como un ciclón de luz y llamas. Su fuerza enorme recorría todas las fibras de aquel cuerpo que avanzaba. Y aquel abismo de materia se convertía poco a poco en cumbre de alma. Y era relámpago en los pechos, trueno en las bocas y centella en las miradas. Chispa en el bosque de las crines y tempestad en la floresta de las lanzas. Estaba entera en cada grito de rebelión, en cada puño, en cada espada. Tanto en la sangre turbulenta como en el río silencioso de las lágrimas. Nuestro destino y su destino se confundieron como el hierro en la fragua. Y nuestra historia fue tomando la forma justa de la gloria en sus entrañas.
Seamos fieles a esta forma, como soldados de verdad a una consigna. Porque es la forma de la patria: justo equilibrio de valor y de justicia. Sólo una espada como aquella pudo engendrar este milagro de armonía. Porque en ninguna de la tierra la semejanza con la cruz fue tan estricta. 



Guardemos siempre la memoria de aquella mano sin temor y sin mancilla. Guardemos siempre su recuerdo fundamental, como si fuera nuestra vida. Con el amor con que la fruta guarda en el fondo de su seno la semilla. Con el fervor con que la hoguera guarda el recuerdo victorioso de la chispa. Que su sepulcro nos convoque mientras el mundo de los hombres tenga días. Y que hasta el fin haya un incendio bajo el silencio paternal de sus cenizas.


Francisco Luis Bernárdez


miércoles, 19 de febrero de 2014

Fidel Roig Matons

Buenas noches mis afables lectores.
El mes de febrero es, para mí, el mes glorioso; el mes sanmartiniano, sin dudas. La mayoría de las batallas en las que combatió el Ejército Libertador; el nacimiento del General, el fallecimiento de su hija, Mercedes; etc. Diversos hechos, momentos y lugares, producidos en febrero. Por eso es que en este mes me permito hablar como quiero, dejando de lado las parcialidades, neutralidades y frivolidades (que, quiera o no, son siempre necesarias para obtener un buen resultado de análisis profundo y metodológico). Me doy permiso para sacar de adentro todo el sentimiento que aflora hasta por las orejas. Y es que cuando uno tiene algo que llena hasta el más escondido rincón del corazón y satura el alma de sentimientos, es muy difícil guardarlo, decirle que se calle, que "ahora no porque hay que dormir la siesta, más tardecito va a salir a jugar" (como decía mi mamá a mis amigas hace unos cuantos años, cuando me venían a buscar para machonear de árbol a árbol). No me importa nada, no quiero que me importe. Siempre la Celeste poniendo la cabeza por delante; esta vez todo lo contrario: la que duerme la siesta es ella y el corazón sale a jugar.

Hubo un hombre, por el siglo XIX, que no entendía la vida sin honor, sin justicia, sin luchar por lo propio, no sabía lo que era no tener dignidad. Llamado "Padre de la Patria", "Padre de Naciones", "General victorioso", "Santo de la espada", "Fundador de la libertad"entre otros; un hombre que le dio razón y sentido a nuestra argentinidad y que jamás escatimó sacrificio alguno para ofrendarles a los oprimidos de América, la tan preciada libertad. Hablo, claro está, del General José Francisco de San Martín. Pero no voy a entrar en detalles (a eso lo dejo para la publicación que haré el 25 de este mismo mes, aniversario del nacimiento de Don José); quiero centrarme en el hombre que mejor supo retratar los razgos más importantes del General (hombre fuerte, victorioso, de gran esplendor), como así también los más pormenorizados (humildad, flaqueza, sacrificio, el deterioro de salud -casi irremediable-, amor, y dignidad). Me refiero a Fidel Roig Matons, a criterio personal, el mejor pintor.

Autorretrato

Por supuesto que yo no entiendo nada de pintura, en lo absoluto, pero como dice mi amigo Pablo: un artista es bueno en tanto y en cuanto genera "algo". Bueno, así, de eso hablo. Este tipo me transmite "todo".

Les comento un poco: Roig Marons nació en Cataluña, España. Estudió Bellas Artes en Barcelona y en 1907 emigró para Argentina. Estuvo unos meses en Buenos Aires y se nos vino para los pagos medocinos, radicándose acá. Trabajaba en el colegio Agustín Alvarez como profesor de artes plásticas. Fue dejando esa profesión para dedicarse sólo a la pintura. Primeramente, sus obras reflejaban los pueblos indígenas que habitaron Mendoza, sobre todo los Huarpes.

Hacia 1936, se dedicó de lleno a pintar los paisajes de la Cordillera de Los Andes junto con los momentos más relevantes de la gesta sanmartiniana. A partir de ese momento, sólo se va a dedicar a reflejar estas maravillas. Inclusive muere en 1977 dejando varias obras sin terminar, debido a la ceguera que lo acompañó desde 1953, aproximadamente.

Acá les dejo varias de sus pinturas. Actualmente se encuentran en el edificio de la Muncipalidad de Mendoza. Se puede visitar, es gratis y está durante todo el día. Les aconsejo como mendocina que no pierdan la posibilidad de ir y conocer, realmente es maravilloso. Y ya que están se dan una vueltita por el Memorial (que está en la cuadra de atrás) y me van a visitar. Bueno, a mí no, a las banderas.

San Martín es transportado a Cauquenes por una compañía de 60 granaderos. Óleo y detalle.






San Martín y su amigo personal, Tomás Guido

Llegada al Portillo y encuentro con su ahijado Olazábal




lunes, 17 de febrero de 2014

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida

Hoy cumpliría 178 años el personaje ya mencionado. Más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, este poeta español fue uno de los últimos representantes del Romanticismo del siglo XIX. Cobró reconocimiento luego de su muerte cuando vieron la luz muchas de sus obras. Un claro ejemplo fue su libro "Rimas", que se perdió en 1868 y gracias a su memoria y las publicaciones donde algunas ya habían aparecido, pudo reconstruir su obra más famosa, que terminó lanzándose junto a sus "Leyendas" en 1871, a un año de su desaparición física, como gesto de sus amigos para ayudar a su familia. En cuanto a la vida personal, les comento algunas curiosidades:

Uno de los dibujos de Bécquer
¿Sabías que Becquer era dibujante? ¿Que tenía un carácter amargo y pesimista? Para él, la única felicidad era el amor, y era en esos momentos de desborde amoroso que se inspiraba para escribir obras como Tu pupila es azul (aunque no iban dedicados siempre a la misma mujer; era un enamorado del amor, no de una persona en particular). ¿Sabías que todas las mujeres de Bécquer le fueron infieles? Hasta hubo una, Casta, que dijo embarazarse de él y en realidad tenía más de tres amantes, uno de ellos era el padre del bebé que llevaba en el vientre. ¿Sabías también, que varias veces lo despidieron de diversos trabajos porque se entretenía dibujando en horarios laborales, y producía grandes caos? Bueno, ahora lo sabés, gracias a Historia de hoy y todos los tiempos.

Lo último que les comparto es un poema (uno de los tantos) que me llega bien al corazón.

LXIX

Es cuestión de palabras y no obstante
ni tú ni yo jamás,
después de lo pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el Amor un diccionario
no tenga dónde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad! 

Otro más, y listo:

LXXX

Aire que besa, corazón que llora,
águila del dolor y la pasión,
cruz resignada, alma que perdona...
eso soy yo.

Serpiente del amor, risa traidora,
verdugo del ensueño y de la luz,
perfumado puñal, beso enconado...
eso eres tú.


Facha el pibe, no?

domingo, 16 de febrero de 2014

Batalla de Humaitá. Guerra de la Triple Alianza.

Buenas noches, mis estimados. Hoy les traigo material casi exclusivo; digo esto porque es muy poca la información que se tiene sobre el tema y, por ende, es poco lo que se sabe. Así es que estoy hoy acá para tratar de (aunque sea un poco) sacarle la parte de "exclusividad" al tema y que sea más cercano a nuestros conocimientos.

La Batalla de Humaitá se llevó a cabo el 18 de febrero de 1868. Marcos Paz, vicepresidente de la República Argentina, había muerto en Buenos Aires por la epidemia de cólera que traída del frente de guerra, se propagó como una maldición durante el verano de 1867-68. La verdad es que los brasileños – dueños casi únicos de la guerra, pues solamente del Imperio llegaban refuerzos y armas – se pusieron serios con Mitre después del feo desastre de Tuyú-Cué y le impusieron volverse a Buenos Aires. Constitucionalmente no era necesaria su presencia, no obstante la muerte de Paz, porque el gabinete desempeñaba sus funciones (no había ley de acefalía) y faltaban escasamente ocho meses para la conclusión del período presidencial. Pero Brasil quería apresurar la conclusión de la guerra.

Alejado Mitre (para no volver más), las perspectivas fueron más risueñas para Brasil: Caxias volvió a tomar el mando en jefe. Tal vez no había leído a Federico II, pero llevaba a Mitre la ventaja de ganar batallas.

Sin el general en jefe todo resultaría fácil (como dice el dicho: cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta). El 19 de enero el almirante Inacio fuerza el paso de Humaitá; el 24 dos monitores brasileños llegan hasta Asunción y bombardean la capital paraguaya. Dominado el río por los brasileños, no le era posible al mariscal mantener las fortificaciones de Humaitá y Curupaytí, y el 10 de marzo hizo el repliegue del grueso de su ejército por el camino del Chaco. Apenas dejó cuatro mil hombres de Humaitá para cubrir la retirada. En canoas, chatas y jangadas, los diezmados paraguayos que han defendido hasta más allá del heroísmo la línea de Curupaytí y Humaitá, cruzan el río Paraguay, y por el Chaco toman rumbo norte: en Monte Lindo vuelven a atravesar el río y acampan finalmente en San Fernando. Esa operación resulta un alarde de conducción y valor: es todo un ejército con sus bagajes y armas, heridos y enfermos, evacuando una posición comprometida y en presencia del enemigo. Dos veces cruzaron el río sin que “la escuadra de Brasil se diera por enterada de la doble y audaz maniobra”, dice Arturo Bray.

Los cambá
El coronel Martínez quedó en Humaitá como cebo para inmovilizar al ejército aliado. Pero ya la fortaleza inexpugnable carecía de objeto. El julio recibe la orden de abandonarla con sus pocos efectivos clavando los 180 cañones que no pueden transportarse. Pero el impaciente mariscal Osorio quiere darse la satisfacción de tomarla por las armas y ataca con 8.000 soldados. Martínez hará en Humaitá y con Osorio la misma defensa de Díaz en Curupaytí y ante Mitre: lo deja acercar hasta las primeras líneas y allí lo envuelve en la metralla de su fuego de artillería. Muy cara pagaría Osorio la pretensión de entrar en Humaitá tras un ataque; finalmente se vio obligado a desistir y ordenar la retirada. Fue Humaitá la última gran victoria paraguaya. Pero más afortunado que Mitre, Osorio ha dado a tiempo la orden de retirada y consigue salvar gran parte de sus efectivos.

 Los cambá (negros brasileños) entrarían en Humaitá y en Curupaytí solamente después de que el último paraguayo las hubiera evacuado el 24 de julio. El 23 a la noche, Martínez ha hecho salir por el río a los efectivos postreros, hombres y mujeres. El 24 al amanecer los brasileños izan la bandera imperial en la ya legendaria fortaleza; poco antes lo habían hecho en Curupaytí. No es feliz la retirada de Martínez a través del Chaco. Los heroicos defensores de la fortaleza han debido sacrificarse para proteger el repliegue del grueso del ejército; van por el Chaco hostilizados por fuerzas muy superiores, ametrallados desde el río por la escuadra. Inácio y Osorio quisieran vengar en Martínez el respeto que le han tenido a Humaitá durante tres años. Finalmente la diezmada guarnición queda encerrada en Isla Poi; logra resistir durante diez días y debe rendirse agobiada por el hambre y el número. Se rinden así los últimos paraguayos que quedaban en ese teatro de guerra. Conmovido, el general Gelly y Obes, hace desfilar a los nuestros “ante los grandes héroes de la epopeya americana”. Hermoso ejemplo que nos debe llenar de orgullo.

Un paraguayo no puede rendirse, aunque la inanición le impida moverse y la falta de municiones no le permita contestar el fuego enemigo. Solano López, ya convertido en el frenético “soldado de la gloria y el infortunio” que dice Bray, es implacable con quienes no demuestran tener su mismo temple. Es imposible ganar la guerra y no han sido prósperas las gestiones de una paz honrosa. Por lo tanto el solo camino que queda a los paraguayos es la muerte; dar al mundo una lección de coraje guaraní.

El coronel Martínez se había conducido como un héroe en su defensa de Humaitá y en su imposible retirada por el Chaco. Pero se había rendido. No importa que contara con mil doscientos hombres y mujeres sin más uniforme que un calzón desgarrado, un quepí, sin pólvora para su fusil de chispa, ni alimentos, frente a tropas veinte veces superiores. Pero el mariscal se había rendido y eso no le era permitido a un paraguayo: la palabra “rendición” había sido borrada del léxico. López declara traidor al defensor de Humaitá.

Los tres años de guerra injusta y desproporcionada han hecho del atildado Francisco Solano una verdadera fiera: está resuelto a morir con su patria y no comprende ni perdona otra conducta. Ni a sus amigos ni a sus jefes más capaces ni a su misma madre y hermanos. Ante todo está Paraguay y por él sacrificará sus afectos más caros. No es la suya una conducta “humanitaria”, seguro; pero López no es en aquella agonía un ser humano sometido a la moral corriente. Es el símbolo mismo de un Paraguay que quiere morir de pie; un jaguar de la selva acosado sin tregua por sus batidores.

En esa última etapa de la guerra nacerá la versión del monstruo, del tirano sanguinario, del gran teratólogo, que alimentaría medio siglo de liberalismo paraguayo. Se le imputaron hechos terribles y no todo fue leyenda urdida por el enemigo. Hay cosas que estremecen, pero pongámonos en la tierra y en el tiempo para juzgarlos; en ese Paraguay de fines de la guerra envuelto en un halo de tragedia. Pensemos en los miles de paraguayos muertos en los combates por defender su tierra o caídos de inanición o de peste en la retaguardia. Sólo así puede juzgarse ese conductor que no puede perdonar a quienes manifiestan flaqueza, hablen de rendirse o tengan simplemente otro pensamiento que no sea morir en la guerra. Para comprenderlo hay que tener un corazón como el de los paraguayos y un alma lacerada por la inminencia de la derrota de la patria. Porque ocurrirán ahora cosas espantosas: el fusilamiento del obispo Palacios, los azotes y el fusilamiento de la esposa de Martínez, la muerte de los hermanos de López, acusados de conspiración; la prisión y los azotes de sus hermanos y hasta de su misma madre. En la atmósfera de tragedia, se yergue la figura del mariscal implacable, convencido de que a los paraguayos, con él a la cabeza, sólo les queda disputar palmo a palmo el querido suelo o morir.

sábado, 8 de febrero de 2014

El líder de la Guerra Gaucha: M. M. de Güemes (1785-1821)


Buenas tardes, hermanos de la web. Hoy, 8 de febrero, se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de uno de nuestros tantos héroes nacionales: Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero Goyechea y la Corte; y, por supuesto, estoy aquí para recordarlo y revalorizarlo (pobre Martincito, que tan olvidado está). Claro que una publicación en una página virtual es lo mínimo que merece este notable; ya que fue uno de los personajes que durante la época independentista entregó todo de sí, sin saber si finalmente llegaría la tan ansiada libertad. Caudillo provinciano, de Salta exactamente. Firme a sus ideales federales, combatió a sol y sombra por defender los principios de igualdad y libertad.
Aquí les dejo un informe escrito por Felipe Pigna (no me simpatiza mucho este señor, pero debo decir que está perfectamente descripta la vida y hazaña de nuestro recordado Güemes) para que lean y sepan quién fue, qué hizo y por qué es digno de respeto, memoria y admiración. Así que cuando leas esto, te imprimís una fotito de don Martín y le prendés una velita.



Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. Estudió en Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. A los catorce años ingresó a la carrera militar y participó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. En esas circunstancias fue protagonista de un hecho insólito: la captura de un barco por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había dejado varado al buque inglés "Justine" y el jefe de la defensa, Santiago de Liniers ordenó atacar el barco a un grupo de jinetes al mando de Martín Güemes.

Tras la Revolución de Mayo, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y formó parte de las tropas victoriosas en Suipacha. Regresó a Buenos Aires y colaboró en el sitio de Montevideo.

Pero Güemes no olvidaba su Salta natal, a la que volverá definitivamente en 1815. Gracias a su experiencia militar, pudo ponerse al frente de la resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia. El 15 de mayo de 1815 fue electo como gobernador de su provincia, cargo que ejercerá hasta 1820.

A fines de noviembre de 1815, tras ser derrotado en Sipe Sipe, Rondeau intentó quitarle 500 fusiles a los gauchos salteños. Güemes se negó terminantemente a desarmar a su provincia. El conflicto llegó a oídos del Director Supremo Álvarez Thomas quien decidió enviar una expedición al mando del coronel Domingo French para mediar en el conflicto y socorrer a las tropas de Rondeau varadas en el norte salteño. Rondeau parecía más preocupado por escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el Norte que por aunar fuerzas y preparar la resistencia frente al inminente avance español. Finalmente, el 22 de marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Salta seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.

Dos días después, iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán que desitnó Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las críticas y sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor.

San Martín apoyó la decisión de Pueyrredón y confirmó los valores militares y el carisma de Güemes y le confió la custodia de la frontera Norte. Dirá San Martín: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado".

Belgrano también valoraba la acción de Güemes. De esta forma nació entre ellos una gran amistad. Esto le dice Güemes a su amigo en una carta: "Hace Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas".

El jefe de las fuerzas realistas, general Joaquín de la Pezuela, envió una nota al virrey del Perú, señalándole la difícil situación en que se encontraba su ejército ante la acción de las partidas gauchas de Güemes. "Su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad, son inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas todas ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien montados, se atreven con frecuencia a llegar hasta los arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean, a arrebatar de improviso cualquier individuo que tiene la imprudencia de alejarse una cuadra de la plaza o del campamento, y burlan, ocultos en la mañana, las salidas nuestras, ponen en peligro mi comunicación con Salta a pesar de dos partidas que tengo apostadas en el intermedio; en una palabra, experimento que nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial."

El General en combate

A principios de 1817, Güemes fue informado sobre los planes del Mariscal de la Serna de realizar una gran invasión sobre Salta. Se trataba de una fuerza de 3.500 hombres integrada por los batallones Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Eran veteranos vencedores de Napoleón. Güemes puso a la provincia en pie de guerra. Organizó un verdadero ejército popular en partidas de no más de veinte hombres.

El 1º de marzo de 1817, Güemes logró recuperar Humahuaca y se dispuso a esperar la invasión. Los realistas acamparon en las cercanías. Habían recibido refuerzos y ya sumaban 5.400. La estrategia de Güemes será una aparente retirada con tierra arrasada, pero con un permanente hostigamiento al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas condiciones las fuerzas de La Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. El boicot de la población salteña fue absoluto y las tropas sufrieron permanentes ataques relámpago. El general español comenzó a preocuparse y sus tropas empezaron a desmoralizarse. No lo ayudaron las noticias que llegaron desde Chile confirmando la victoria de San Martín en Chacabuco. De la Serna decidió emprender la retirada hacia el Alto Perú.

Las victorias de San Martín en Chile y de Güemes en el Norte permitían pensar en una lógica ofensiva común del ejército del Norte estacionado en Tucumán a las órdenes de Belgrano y los gauchos salteños hacia el Alto Perú. Pero lamentablemente las cosas no fueron así. La partida de San Martín hacia Lima, base de los ejércitos que atacaban a las provincias norteñas, se demorará en Chile por falta de recursos hasta agosto de 1820. Belgrano, por su parte, será convocado por el Directorio para combatir a los artiguistas de Santa Fe. Güemes y sus gauchos estaban otra vez solos frente al ejército español.

En marzo de 1819, se produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba nuevamente a resistir. Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José Rondeau era el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau no era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo director llegó a ordenarle a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia el Perú y regresar a Buenos Aires con su ejército para reprimir a los federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.

El panorama de la provincia de Salta era desolador. La guerra, permanente, los campos arrasados y la interrupción del comercio con el Alto Perú habían dejado a la provincia en la miseria. Así lo cuenta Güemes en una carta a Belgrano: "Esta provincia no me representa más que un semblante de miseria, de lágrimas y de agonías. La nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tienen hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad y que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulamos de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria". Pero los auxilios no llegaron nunca y la situación se hacía insostenible porque las clases altas de Salta le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos armadas a las que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas.

En 1820, la lucha entre las fuerzas directoriales y los caudillos del Litoral llegó a su punto culminante con la victoria de los federales en Cepeda. Caían las autoridades nacionales y comenzaba una prolongada guerra civil. En ese marco, se produjo una nueva invasión española. En febrero, el general Canterac ocupó Jujuy y a fines de mayo logró tomar la ciudad de Salta. San Martín, desde Chile, nombró a Güemes y le pidió que resistiera y le reiteró su absoluta confianza nombrándolo Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. A Canterac no le irá mejor que a La Serna: terminará retirándose hacia al Norte.

El año 1821, fue sumamente duro para Güemes porque a la amenaza de un nuevo ataque español se sumaron los problemas derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos frentes militares: al Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz que, aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a Güemes, que será derrotado el 3 de abril de 1821. El Cabildo de Salta, dominado por los sectores conservadores, aprovechó la ocasión para deponer a Güemes de su cargo de gobernador. Pero a fines de mayo Güemes irrumpió en la ciudad con sus gauchos y recuperó el poder. Todos esperaban graves represalias, pero éstas se limitaron a aumentar los empréstitos forzosos a sus adversarios.

Estas divisiones internas debilitaron el poder de Güemes y facilitaron la penetración española en territorio norteño. Los sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su colaboración el enemigo para eliminar a Güemes.
El coronel salteño a las órdenes del ejército español José María Valdés, alias "Barbarucho", buen conocedor del terreno, avanzó con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de 1821. Valdés contó con el apoyo de los terratenientes salteños, a los que les garantizó el respeto a sus propiedades.
Güemes estaba refugiado en casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, "Macacha". Al escuchar unos disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió un balazo en la espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la intención de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales y les transfirió el mando y dio las últimas indicaciones. Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. El pueblo salteño concurrió en masa a su entierro en la Capilla de Chamical y el 22 de julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la guerra gaucha: liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.

Monumento a M. M. de Güemes en la provincia de Salta

martes, 4 de febrero de 2014

Combate de Guardia Vieja

Hola amigos, lo que hoy les traigo es historia en olvido. Sí, lamentablemente; hechos relevantes que no sé por qué no son tenidos en cuenta. Si vemos la hazaña del Ejército de Los Andes analizamos esto: Batallas de San Lorenzo, (como mucho Rancagua y Cancha Rayada), Chacabuco, Maipú y Ayacucho. No seamos tan cuadrados, no nos quedemos con lo básico y analicemos una de las tantas otras batallas que hubieron: el Combate de Guardia Vieja. Mirá, pibe, prestá atención:

Croquis de la Batalla


Antecedentes: Campaña de Los Andes

Gral. Juan Gregorio de Las Heras
El día 8 de enero de 1817 la Columna de Las Heras, inicia la marcha desde El Plumerillo. Un día después el primer escalón de la Columna principal inicia su marcha (Esta columna se dividió a los fines de la marcha en seis escalones, cuya partida se realizó con un día de intervalo).

La acción


En la ruta de la columna Las Heras, a orillas del río Juncal, el mayor Martínez adelantado por Las Heras con 150 fusileros y 30 granaderos a caballo atacó, el 4 de febrero del mismo año, a unos 100 realistas allí establecidos. Lo hizo frontalmente con una compañía, mientras la otra seguía por senderos cuya existencia no se conocía, para ir a caer sobre el flanco Sur de los realistas, los cuales fueron completamente derrotados: tuvieron 25 muertos y dejaron 45 prisioneros en poder de los patriotas. Estos últimos tuvieron sólo 5 heridos leves.


Cuenta Vicente Fidel López en su "Historia de la República Argentina" gracias a la oportunidad que tuvo de entrevistar a muchos de los actores de la Campaña de Los Andes, en este caso el Gral. Juan Gualberto Gregorio de Las Heras, que la victoria en el Combate de la Guardia Vieja se debió a la llamada "Loca de la Guardia". Esta mujer de origen chileno era una de las pocas sobrevivientes al sitio de Rancagua de 1814 que aplastó el primer intento de los trasandinos por seguir los ideales de la Revolución de Mayo. En Rancagua los realistas hicieron estragos entre la población civil, contándose como los principales malhechores a dos Capitanes del Regimiento Talavera, los cuales por ej. arrastraban de los pelos a las mujeres y las entregaban a los soldados "recomendando aumentar los súbditos del Rey". La "Loca de la Guardia" había quedado desequilibrada por las situaciones vividas en la ciudad y se refugió en la Cordillera, llegando al punto de conocer perfectamente los caminos de toda la zona, y en particular la forma de llegar hasta el puesto fortificado realista sin que su guarnición pudiera siquiera notarlo. Se cuenta que ella misma participó de la acción, no limitándose solamente a mostrar el camino. Este personaje aparecería nuevamente, luego de la Batalla de Chacabuco para señalar a los dos capitanes del Talavera, los cuales serian fusilados no bajo su condición de militares sino como simples delincuentes por orden del Gral. San Martín, en castigo a los atropellos contra la población civil.

El feroz capitán Zambruno y su cómplice el capitán Villalobos del mencionado Regimiento fueron encausados como facinerosos; y, destituidos de la calidad de militares, en razón de la notoriedad de sus crímenes, fueron fusilados y colgados en la horca, sin que el virrey ni los realistas hubiesen reclamado jamás, ni ejercido represalia. Tal era el conocimiento que todos tenían de sus infames atentados y de la justicia de la sentencia.


Como dato destacable diremos que el Fraile Dominico José Félix Aldao, Capellán del Ejército de los Andes, durante el Combate de Guardia Vieja tomó las armas, abandonando su condición religiosa, combatiendo con bravura en ese encuentro. Por consejo de Las Heras a San Martín, Aldao fue nombrado Teniente del Regimiento de Granaderos. Con los años llegaría al grado de General, siendo Caudillo indiscutido de la Provincia de Mendoza.